viernes, 9 de marzo de 2018

 
Ayer hizo diez años del inicio del último viaje de la artista italiana Pipa Bacca
 ( Giuseppina Pasqualino di Marineo ,1974-2008). una artista que a través de diferentes medios intentaba mostrar lo mejor de la gente desde una visión feminista. Pero ni su obra ni el hecho de ser sobrina de Piero Manzoni ( sí, el de las latas de mierda) pueden eclipsar el desgraciado suceso que se produjo en su última obra.

En la nada casual fecha del 8 de marzo de 2008 las artistas Pippa Bacca y Silvia Moro salieron de Milán para realizar la performance “Brides on tour”, en que las autoras utilizan un formato, el viaje, abundantemente usado en el Arte de los últimos decenios, para expresar señales de paz, de concordia y, especialmente, de confianza.

Se trataba en este caso de un viaje hasta Jerusalén realizado en autostop por las dos artistas vestidas de novia, un traje que usaban como metáfora y reivindicación de la feminidad como fuente de vida, de paz, de sensatez.
Durante el azaroso viaje las artistas llevarían el vestido de novia como único atuendo y los irían reparando con la ayuda de mujeres de los pueblos por los que pasaban. También practicarían el ritual de lavar los pies de las matronas de los lugares en que paraban. La acciones y los documentos producidos durante el viaje se mostraban en un blog y se mostrarían  posteriormente en una exposición.

La intención manifiesta de la acción era, grosso modo, llevar unos símbolos de paz a través de “países tocados por la guerra”. Un viaje que pasaba por Croacia, Bosnia, Serbia, Bulgaria, Turquía, Siria, Líbano, Palestina e Israel.

En Estambul, el 20 de marzo, las dos artistas se separaron y continuaron en solitario. Esperaban encontrarse en Beirut a finales de marzo. De pronto lo inesperado e indeseado se hizo presente con una de sus caras más detestables: el 31 de marzo Pippa dejó de enviar señales; a través del uso de su teléfono móvil la policía turca detuvo a un individuo que les permitió encontrar el cadáver a mediados de abril. Había sido violada y asesinada en una localidad no lejos de Estambul.
Lo que en Turquía era una agresión a una turista y, por tanto, una agresión a una importante industria local, en Europa se convirtió en un pavoroso caso de “inconsciencia artística “.

El titular de El País en la versión digital del 14 de abril de 2008 ( una artista asesinada durante una “performance”) explica con escrupulosa veracidad que la artista murió ‘durante’ una performance, pero esto no impidió la interpretación más popular, más desinformada y más cateta de que la mujer murió ‘como consecuencia de’ una performance, de una acción artística, de una de esas acciones presuntamente artísticas que la gente no suele entender y que, en este caso y ¡mira por dónde!, desemboca en la tragedia más descarnada.

El suceso se convirtió en pasto de periodistas de formación estrecha, de esos que pueden ser expertos, simultáneamente, en política de extremo Oriente, la liga mundial de hockey sobre patines y la sociología de las maras centroamericanas, pero reconocen sin rubor y hasta con orgullo que no entienden ese ‘arte moderno’. Naturalmente atacaron el tema la caterva de comentaristas anónimos que escupen en las redes sociales todo lo que les sale. En el mar de Internet flotan artículos y comentarios que aprovechan la suerte de Pipa Bacca para llevar el agua a molinos de machismos, racismos y todos los ismos más reaccionarios, menos benevolentes con el posible futuro del ser humano. Vamos, que alrededor de este caso crecen como hongos después de la lluvia pensadores nietzscheanos que, por supuesto, nunca han leído a Nietzsche.
 
Y, por supuesto, no faltaron los listos oficiales que se apuntan sin demora a la legión de los que sacuden a la mayoría de formas de Arte contemporáneo pase lo que pase. Llueva o haga sol.
Un ejemplo paradigmático ,valga la redundancia, es este artículo del escritor Arturo Pérez  Reverte, donde el académico de la Real Academia Española luce sus obsesiones con la elegancia que le caracteriza.
El título es “Vístete de novia, y no corras” ( el Semanal, 07/6/2008 ), un artículo con cinco aguerridos párrafos que promete  emociones fuertes desde el primero:

“Me van a volver diabético entre tanto gilipollas. Nunca hubo tal cantidad de soplacirios en la política, el sindicalismo, la cultura, el feminismo, la sociedad. Empieza a alterarme la salud tanto buen rollo y buenas intenciones, tanta mermelada a todas horas, tanta propuesta de besarnos masivamente la boca para que las cosas vayan bien, tanta certeza de que con demagogia y corderitos de Norit triscando saltarines por el prado conseguiremos una España, un mundo, un universo mejor y más justo. Eso está bien para los jóvenes, cuya obligación antropológica, por edad y hormonas, es batirse en defensa de todo eso y algunas cosas más. En tales lides se desbrava uno, y con el derroche de energía, si sobrevives a ello, y con la estiba que la realidad sacude en el morro, al final terminas madurando, camino de la serenidad, la experiencia y el razonable respeto a ti mismo, a lo que fuiste, eres y acabarás siendo. Ni más ni menos que la vida, en suma. El trámite obligatorio.

El maestro Pérez Reverte parece que ha madurado lo suficiente como para tildar de gilipollas a quienes pretenden mejorar el mundo de una forma u otra, y, como su red es muy tupida, pesca muchos incautos en ella, de esos a los que les gusta el buen rollo y las buenas intenciones, las que sacan de sus casillas al maduro don Arturo, que parece que viviría mejor entre mal rollo y malas intenciones, especies en peligro de extinción en esa  “sociedad occidental” poblada por gilipollas que no han madurado “camino de la serenidad, la experiencia y el razonable respeto a ti mismo”, virtudes que seguro adornan a Pérez Reverte, probablemente desde su época de reportero de guerra.
Sirva este aperitivo para ahorrarnos el segundo y tercer párrafos, en los que, más que profundizar, ensancha el ámbito de las dianas a las que tirar sus flechas de arquero resabiado, y vayamos directamente a los dos últimos en que , naturalmente,  la buena de Pippa y su trágico fin le sirven como magnífico ejemplo de su tesis cascarrabias:

“Hay un símbolo reciente de todo eso. Pensaba en ello hace un momento, cuando empecé a teclear estas líneas: Pipa Bacca, la artista italiana de treinta y tres años que hace dos meses decidió viajar, vestida de novia y haciendo autostop, por algunos de los lugares más peligrosos del planeta, en nombre de la paz, para demostrar, decía, que ‘cuando uno confía en los demás recibe sólo cosas buenas’. Lo del traje nupcial, ojo al dato, era ‘metáfora de un matrimonio con la tierra y con la paz, del blanco y del femenino’; y lo del autostop, ‘ponerse en manos de otros viajeros y fiarse de la gente’. Con tales antecedentes, a lo mejor a alguien le sorprende que, a poco de empezar el viaje, Pipa Bacca fuese violada y estrangulada en la frontera entre Turquía y Siria por un fulano con antecedentes penales. A otros, que somos unos cabrones suspicaces y malpensados, no nos sorprende en absoluto. A los sitios peligrosos se los llama sí precisamente porque hay peligro. Y el principal peligro se llama ser humano, sobre todo cuando nos empeñamos en creer que los valores que predicamos en nuestras salitas de estar, discursos políticos y tertulias de la radio y de la tele, son los mismos que manejan un talibán cabreado con un Kalashnikov, un africano hambriento con un machete, o cualquier hijo de puta con pocos escrúpulos y ganas de picarle el billete a una señora. Por ejemplo. “


Parece que nuestro académico tiene bastante información sobre algunas de las motivaciones y los símbolos usados en esta obra artística y está en su derecho de valorar tal obra y sus intenciones como le parezca, como podría hacer cualquier espectador. Le puede parecer un discurso absurdo, ridículo, inútil, majara, estrafalario, simplemente tonto. Pero nunca ingenuo ni suicida.
Es evidente que si la artista no hubiera salido de Milán para realizar tan ‘disparatada’ performance no hubiera muerto en Turquía. Hasta don Arturo es capaz de entender que si no vas a Turquía no te violan en Turquía. También debe saber don Arturo que una mujer puede ser violada en Milán, en Estocolmo , en Alcorcón o en “cualquiera de nuestras confortables salitas de estar”. Incluso si no va vestida de novia, si no hace autostop o si no realiza una acción artística. A no ser que el bueno ( que no ‘buenista’) de don Arturo piense que no ir a “sitios peligrosos” vestida de novia es una garantía de no ser violada.  Ojalá fuera esta la solución a un problema denso en todo el mundo, también en la sociedad occidental, como el del maltrato y abuso sexual sobre las mujeres.

Claro que su austera definición de “sitios peligrosos” , poblados por gente que no manejan nuestros valores, gentes como  “un talibán cabreado con un Kalashnikov, un africano hambriento con un machete, o cualquier hijo de puta con pocos escrúpulos y ganas de picarle el billete a una señora” deja poco margen para que las mujeres puedan salir ni siquiera de casa. Sobre todo por la ultima tipología de persona, el de “picarle el billete a una señora”, del que no parece que haya lugar habitado que se libre.

No es fácil rellenar un artículo tan corto con tantas contradicciones, errores, prejuicios y ‘boutades’, pero el mismo académico nos da la clave cuando se autodefine y se incluye entre los “cabrones suspicaces y mal pensados”. No entraré en lo de la suspicacia, pero lo de pensar mal parece el combustible del texto. Pensar mal por no aplicar ningún criterio lógico de los más elementales, por mistificar y confundir la causa de la violación y asesinato de Pippa con los motivos de su viaje, fueran éstos cuales fueran, como si el violador y asesino lo fuera por su odio a las performances del Arte contemporáneo, tan incomprensibles que merecen un castigo ejemplar.
 Piensa mal el señor Arturo por derivar de esta apreciación errónea una falta de empatía que le identifica con otros tipos de “cabrones suspicaces”, esos que tienden a culpabilizar a las víctimas de violaciones. Parece que la madurez, la serenidad y el respeto a uno mismo que parece que se atribuye el escritor no le ha librado de pensar, y sentir, como cualquier deficiente moral, que la víctima es culpable, o inductora por acción u omisión, de su situación,  al menos en las agresiones sexuales a mujeres.
 Pensar, pensará mal pero hablar, habla muy claro cuando en el último párrafo condensa lo que durante todo el articulo quería decirnos el señor Pérez Reverte:

Dice el recorte de prensa que tengo sobre la mesa que a esa pobre chica la mató un turco desaprensivo. Pero, en mi opinión, el recorte se columpia. La mató la estupidez. La suya y la de la sociedad occidental, cada vez más idiota y suicida, que la convenció de que el mundo, en el fondo, es un lugar simpático que sólo necesita un traje de novia para convertirse en el bosquecito de Bambi.”

 
  Intelectual, muy intelectual.